lunes, 20 de agosto de 2012

Las espigas de trigo.


Las espigas de trigo.

Un labrador recorría con su hijo los campos para ver si el trigo ya estaba maduro.

-Padre pregunto el niño- ¿Por qué algunas espigas de trigo están inclinadas hacia el suelo y otras
tienen la cabeza erguida? Estas ultimas deben ser las mejores, las que dejan caer la cabeza no se
deben poder aprovechar.

El padre cogiendo una de las espigas que se doblaban le dijo:

-¡Fíjate, hijo mío! Esta espiga que tan modestamente se inclina, es perfecta, esta cuajada de grano;
pero esta otra que se levantaba con tanto orgullo en el trigal, esta seca y es inaprovechable.

Así pues muchas veces en el mundo: los soberbios son secos, nulos, no sirven para nada; los
humildes son útiles y preciosos.

“El orgullo” es un mal que engendra la ambición, la presunción y la vanagloria.

“La ambición” es el deseo desmesurado de las dignidades, de los altos cargos, de los honores.

“La presunción” es el deseo de emprender cosas por encima de nuestras fuerzas.

“La vanagloria” es el amor desordenado a las alabanzas. Lleva este nombre porque su base de
gloria no tiene consistencia.


He aquí algunos remedios contra el orgullo:

El propio conocimiento; es imposible examinarse sinceramente delante de Dios, reconocerse un  
     mísero pecador y no humillarse.
Considerar la insignificancia y pensar en la vaciedad de las cosas que nos inducen al orgullo.
Reflexionar sobre los castigos del orgullo y las recompensas de la humildad.
Imitar a Jesucristo, perfecto modelo de humildad.
Aceptar y procurar tener los puestos más modestos, porque quien se ensalce será humillado y quien
    se humille será ensalzado finalmente.


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