jueves, 11 de octubre de 2012

2012 ¿Peligro o Promesa?


2012 ¿Peligro o Promesa?

Por Gregg Braden 

Estamos viviendo el final del tiempo. No el fin del mundo, sino el fin de una era mundial – un ciclo de tiempo de 5.125 años – y de la forma que hemos conocido el mundo durante todo ese tiempo. La presente era mundial se inició en 3114 aC y terminará en el año 2012 dC. Debido a que el final de cualquier cosa también marca el comienzo de lo que viene a continuación, también estamos viviendo el comienzo de lo que sigue al final del tiempo: la próxima era mundial, que las antiguas tradiciones llamaron el gran ciclo.
Desde los épicos poemas del Mahabharata de la India hasta las tradiciones orales de los indígenas americanos y la historia bíblica del Apocalipsis, quienes han venido antes que nosotros sabían que el final del tiempo se avecinaba. Ellos lo sabían, porque siempre es así.

Cada 5.125 años, la tierra y nuestro sistema solar llegan a un punto en su viaje a través de los cielos, que marca precisamente el final de tal ciclo. Con ese final, comienza una nueva era mundial. Al parecer, siempre ha sido así.

Por al menos cuatro de estos ciclos (o cinco, según las tradiciones mesoamericanas de los aztecas y los mayas), nuestros ancestros soportaron los cambios en los campos magnéticos globales, clima, disminución de los recursos y el creciente nivel del mar que vienen con el final del tiempo. Lo hicieron sin satélites ni Internet, ni modelos computerizados que los ayuden a prepararse para un cambio tan radical.

El hecho de que vivieron para contar la historia se yergue como un poderoso testimonio de una verdad innegable: nos dice más allá de cualquier duda razonable que los habitantes de nuestro planeta, han sobrevivido al final de eras mundiales en el pasado. Más allá de simplemente sobrevivir, nuestros ancestros aprendieron de las dificultades que pueden acompañar el cambio. Con las palabras de sus días, hicieron todo lo posible para decirnos lo que significa vivir un momento tan excepcional en la historia. Es bueno que lo hayan hecho, porque estos fenómenos son muy raros y distantes entre sí. Sólo cinco generaciones en los últimos 26.000 años han experimentado el cambio de las edades mundiales. Nosotros vamos a ser la sexta.

La presente era mundial no es algo que simplemente se desvanecerá en el ocaso de un tiempo que parece persistir perpetuamente en algún lugar “por ahí” en nuestro futuro. Todo lo contrario: nuestra era mundial tiene una fecha de caducidad. Termina en un momento específico, con un evento específico, en un día que fue marcado en un calendario hace más de 2.000 años. No hay ningún secreto acerca de esa fecha. Los mayas que la calcularon también la inscribieron como un registro permanente para las generaciones futuras. La fecha está grabada en monumentos de piedra que fueron construidos para durar hasta el final del tiempo.

Cuando la fecha se traduce a nuestro sistema de tiempo familiar, el mensaje queda claro. Nos dice que nuestro ciclo mundial actual concluirá con el solsticio de invierno que tiene lugar el 21 de Diciembre en el año 2012. Es en esta fecha que los misteriosos mayas identificaron los sorprendentes eventos astronómicos que marcarán el final de nuestra era... y lo hicieron más de dos milenios atrás.

Para poner en perspectiva qué tan raro es en realidad el final de un ciclo como éste, consideren que los últimos humanos en cambiar de una era a la siguiente vivieron en el año 3114 aC, aproximadamente 1.800 años antes del tiempo de Moisés y el Éxodo bíblico.
Los mayas vieron nuestro surgimiento hacia un mundo post-2012 como el comienzo de un nuevo ciclo de la historia. Desde esta perspectiva, el solsticio del 21 de Diciembre del 2012, se convierte en una poderosa ventana para nuestro surgimiento colectivo hacia nuestro mayor potencial. Dicho momento es tan raro que nos hemos estado preparando para él desde el final de la última era mundial, y pasarán otros 26.000 años antes de que los mismos ciclos de oportunidad vuelvan otra vez para nuestros descendientes.
Las posibilidades de tal surgimiento traen a la mente los antiguos relatos del Jardín del Edén, un lugar que alguna vez contuvo todas las posibilidades de nuestras mayores alegrías y deseos del corazón. Si vamos a creer en los calendarios, mitos y profecías, es precisamente ese potencial el que nos espera después del 2012. Podríamos crear un segundo Edén que vuelva a empezar donde terminó el primero.

Las correlaciones bíblicas sí sugieren, de hecho, que la última vez que apareció un Edén en la tierra fue hace unos 5.000 años, al final del último Gran Ciclo. Durante ese tiempo, los habitantes del planeta tenían todo lo necesario para vivir en equilibrio con la tierra, disfrutando de vidas sanas y vitales. A medida que las elecciones de nuestros ancestros post-Edén plantaron los eventos germinales para todo lo que se desarrollaría como el ciclo que siguió, pusieron en marcha los patrones que definen nuestro mundo el día de hoy. Algunos, como el perdón y la paz, sirven como poderosos recordatorios de lo que es posible en nuestras vidas; mientras que otros, como la traición y la guerra, se han convertido en los grandes desafíos que nos dividen como personas, familias y naciones.
Desde los ciclos del clima hasta el equilibrio del dióxido de carbono entre los océanos y la atmósfera, la naturaleza nos muestra que un patrón se va a repetir hasta que algo nuevo lo reemplace. El cambio que acompaña a la convergencia de ciclos del 2012 es una rara oportunidad para borrar los patrones que hemos superado del pasado. Al mismo tiempo, es también un valioso punto de elección para establecer nuevos patrones saludables para nuestro futuro y el futuro que pertenece a nuestros hijos… y a los de ellos.

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