Compromiso con la Democracia
En casi todos los documentos de alto nivel, los planificadores de la política norteamericana insisten en que la primera amenaza para el nuevo orden mundial es el nacionalismo del Tercer Mundo, a veces denominado “ultra nacionalismo: los regímenes nacionalistas que son receptivos “a las demandas populares para mejorar los bajos niveles de calidad de vida de las masas” y destinar la producción a satisfacer las necesidades domésticas.
Los principales objetivos son, pues, no se cansan de repetir, evitar que estos elementos “ultra nacionalistas” lleguen al poder, o si por “casualidad” han llegado a él, desplazarlos e instalar en su lugar gobiernos que favorezcan las inversiones privadas de capital doméstico o internacional, la producción destinada a la exportación y el derecho a sacar los beneficios del país. (Estos objetivos están siempre presentes en los documentos secretos. Para los políticos son como el aire que respiran).
La oposición a la democracia y a las reformas sociales no es muy popular en el país de destino. No se pueden forjar alianzas con grandes sectores de la población, excepto con los pequeños grupos que están directamente involucrados con sociedades mercantiles norteamericanas o con los beneficios.
EEUU confía en la fuerza y establece alianzas con los militares, “los menos anti norteamericanos de cualquier grupo político de toda América latina”, como escribieron los asesores de Kennedy, de manera que se puede confiar en ellos para aplastar a cualquier grupo indígena que se desmande.
Se puede tolerar alguna reforma social, como en Costa Rica por ejemplo, sólo si se suprimen los derechos laborales y si se preserva un clima favorable a las inversiones extranjeras. De esta manera al Gobierno de Costa Rica se le ha permitido llevar a cabo ciertas reformas sociales, respetando estos dos cruciales imperativos.
Otro problema incansablemente repetido en los documentos secretos es el excesivo liberalismo de los países del Tercer Mundo. (Esto constituye un verdadero problema en América latina, donde los gobiernos no están suficientemente comprometidos en el control del pensamiento y en las restricciones de viajes a particulares, y donde el régimen jurídico es tan deficiente que necesita pruebas y evidencias para condenar los crímenes).
Contra esta situación se dirigen los constantes lamentos de la administración Kennedy, ya que los documentos secretos aún no han sido “abiertos”. los liberales de este período estaban ansiosos por frenar los excesos democráticos que daban pie a la “subversión”, lo que significaba que se permitía a la gente pensar ideas “equivocadas”.
Estados Unidos no era, sin embargo, ajeno a sentimientos de compasión con los pobres. A mediados de la década de los cincuenta, por ejemplo, nuestro embajador en Costa Rica recomendaba que la United Fruit Company, que prácticamente gobernaba Costa Rica, introdujera “un relativamente simple y superficial interés humano por las condiciones de los trabajadores, que podría tener un gran efecto psicológico”.
El secretario de Estado, John Foster Dulles, estaba de acuerdo con esa política y le comentó al presidente Eisenhower que para mantener tranquilos a los latinoamericanos “es preciso darles una palmadita de vez en cuando, y hacerles creer que te gustan”.
Es debido a todas estas circunstancias que la política de EEUU en el Tercer Mundo es tan fácil de entender. Nos oponemos momentáneamente a la democracia si sus resultados no pueden ser controlados. El problema con las verdaderas democracias es que caen fácilmente en la herejía de que los gobiernos deben satisfacer las necesidades de su pueblo y no las de los inversores norteamericanos.
Un estudio sobre relaciones interamericanas del Royal instituto oí Internacional Agaires en Londres concluye que, mientras EEUU defiende verbalmente la democracia, el compromiso real es “con el capital privado y las empresas”. Cuando los derechos de los inversores están amenazados, la democracia se puede olvidar; si esos derechos están salvaguardados se justifica la labor de los torturadores y los asesinos.
Gobiernos parlamentarios han sido barridos o derrocados, con el apoyo o intervención directa de EEUU: en Irán en 1953, en Guatemala en 1954, (y en 1963 cuando Kennedy respaldó un golpe militar destinado a impedir el retorno a la democracia), en la República Dominicana en 1963 y 1965, en Brasil en 19ó4, en Chile en 1973 y en muchos más lugares y ocasiones, en El Salvador y en otras partes del globo.
Los métodos no son muy agradables. lo que la “contra”, sufragada por EEUU, hizo en Nicaragua, nuestros terroristas en El Salvador o en Guatemala, no son sóIo crímenes ordinarios. Un elemento común es la tortura brutal y sádica, el arrojar niños contra las piedras, colgar a las mujeres por los pies y cortarles los pechos, arrancar la piel de su cara de manera que murieran desangradas, cortar las manos de las personas y exhibirlas clavadas en estacas. El objetivo es machacar la independencia nacional y a las fuerzas populares que pudieran establecer una
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