La semilla de mostaza
La esposa de un rico comerciante estaba muy apenada por la perdida de su único hijo, un niño que acababa de morir, cuando empezaba andar. En su pena la Sra. Gautami llevaba al niño muerto a todos los vecinos de Kapilavastu, pidiéndoles una medicina. Al verla, la gente sacudía la cabeza con tristeza, pues se apiadaban de ella.
"¡Pobre mujer!" dijo un desconocido que miró los ojos del niño y vio que estaba muerto, " la pena le ha hecho perder el sentido." A este niño ya no le pueden ayudar las medicinas, pero le dijo, yo conozco a un medico que puede darte lo que necesitas.
Por favor señor dígame donde puedo encontrar ese médico.
Buena mujer, ve a ver a Shakyamuni, EL Buda, que reside ahora en el parque Bania.
Acudió a toda prisa ante el Perfecto, y le dijo. ¡Reverendo Señor, dame la medicina que curará a mi hijo! Le dijo llorando.
El Señor de la compasión le dijo, ha hecho bien en venir aquí a buscar esa medicina. Ve a la ciudad y consigue un puñado de semillas de mostaza, le dijo el Perfecto, añadiendo después: las semillas de mostaza deberán cogerse de una casa en la que nadie haya perdido un niño, esposo, padre, o amigo.
¡Sí Señor! Exclamó la Sra.
¡Conseguiré la semilla de mostaza enseguida! La pobre señora Gautami fue de casa en casa con su petición, y la gente apiadándose de ella le decía: Aquí tienes las semillas de mostaza, coge todas las que quieras.
Entonces la Sra. Gautami les preguntaba:
¿Ha muerto en su familia algún hijo o hija, padre o madre, o algún amigo? ¡Ay! Los vivos son pocos, pero los muertos muchos.
¡No nos recuerdes nuestra pena más profunda!
Y no hubo ninguna casa en la que no hubiera muerto al algún pariente, algún ser querido. Fatigada y con la esperanza perdida, se sentó al lado del camino, observando apenada las luces de la ciudad que parpadeaban encendiéndose y volviéndose apagar. Y finalmente, las sombras profundas de la noche sumergieron el mundo de la oscuridad. Considerando el destino de los seres humanos, el hecho de que sus vidas se encienden para volverse a extinguir, la desconsolada madre comprendió de pronto que Buda, en su compasión por ella, la había enviado para que comprendiera la verdad.
¡Que egoísta soy en mi pena! Pensó "la muerte es universal" dejando aparte el egoísmo de su afecto por su hijo, tomo el cuerpo muerto de su hijo y lo puso sobre un montón de flores silvestre. Hijito le dijo tomado la mano del niño. Pensaba que la muerte sólo te había sobrevenido a ti, no es a ti sólo, pues es común a todas las gentes.
Gautami regreso a Buda, y este le dijo, conseguiste la semillas, eso Señor, ya ha pasado, concédeme tu apoyo.
Dijo el Buda buena mujer, la vida de los mortales en este mundo se ve perturbada y es breve, e inseparable del sufrimiento declaró Buda. Pues no hay ningún medio, ni lo habrá nunca, por el que los que han nacido puedan evitar la muerte. Todos los seres son de tal naturaleza que deben morir, alcancen o no la vejez.
La esposa de un rico comerciante estaba muy apenada por la perdida de su único hijo, un niño que acababa de morir, cuando empezaba andar. En su pena la Sra. Gautami llevaba al niño muerto a todos los vecinos de Kapilavastu, pidiéndoles una medicina. Al verla, la gente sacudía la cabeza con tristeza, pues se apiadaban de ella.
"¡Pobre mujer!" dijo un desconocido que miró los ojos del niño y vio que estaba muerto, " la pena le ha hecho perder el sentido." A este niño ya no le pueden ayudar las medicinas, pero le dijo, yo conozco a un medico que puede darte lo que necesitas.
Por favor señor dígame donde puedo encontrar ese médico.
Buena mujer, ve a ver a Shakyamuni, EL Buda, que reside ahora en el parque Bania.
Acudió a toda prisa ante el Perfecto, y le dijo. ¡Reverendo Señor, dame la medicina que curará a mi hijo! Le dijo llorando.
El Señor de la compasión le dijo, ha hecho bien en venir aquí a buscar esa medicina. Ve a la ciudad y consigue un puñado de semillas de mostaza, le dijo el Perfecto, añadiendo después: las semillas de mostaza deberán cogerse de una casa en la que nadie haya perdido un niño, esposo, padre, o amigo.
¡Sí Señor! Exclamó la Sra.
¡Conseguiré la semilla de mostaza enseguida! La pobre señora Gautami fue de casa en casa con su petición, y la gente apiadándose de ella le decía: Aquí tienes las semillas de mostaza, coge todas las que quieras.
Entonces la Sra. Gautami les preguntaba:
¿Ha muerto en su familia algún hijo o hija, padre o madre, o algún amigo? ¡Ay! Los vivos son pocos, pero los muertos muchos.
¡No nos recuerdes nuestra pena más profunda!
Y no hubo ninguna casa en la que no hubiera muerto al algún pariente, algún ser querido. Fatigada y con la esperanza perdida, se sentó al lado del camino, observando apenada las luces de la ciudad que parpadeaban encendiéndose y volviéndose apagar. Y finalmente, las sombras profundas de la noche sumergieron el mundo de la oscuridad. Considerando el destino de los seres humanos, el hecho de que sus vidas se encienden para volverse a extinguir, la desconsolada madre comprendió de pronto que Buda, en su compasión por ella, la había enviado para que comprendiera la verdad.
¡Que egoísta soy en mi pena! Pensó "la muerte es universal" dejando aparte el egoísmo de su afecto por su hijo, tomo el cuerpo muerto de su hijo y lo puso sobre un montón de flores silvestre. Hijito le dijo tomado la mano del niño. Pensaba que la muerte sólo te había sobrevenido a ti, no es a ti sólo, pues es común a todas las gentes.
Gautami regreso a Buda, y este le dijo, conseguiste la semillas, eso Señor, ya ha pasado, concédeme tu apoyo.
Dijo el Buda buena mujer, la vida de los mortales en este mundo se ve perturbada y es breve, e inseparable del sufrimiento declaró Buda. Pues no hay ningún medio, ni lo habrá nunca, por el que los que han nacido puedan evitar la muerte. Todos los seres son de tal naturaleza que deben morir, alcancen o no la vejez.
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